Cuando llegaron los espejos rotos
vivíamos con la placidez
de los leones africanos
que se agotan de amor.
Aparecieron las agudas aristas
y marchó la dicha.
Quedó la incertudumbre
que ejecutó con mano dura
un eterno lapso de tiempo
en el que mis ojos compitieron
con el Amazonas.
Los ladridos de los perros
ocuparon el amanecer
y todos lo árboles
quedaron desnudos.